Thursday, April 12, 2007

Príncipes Nubios (IV)

Tomado del libro de Juan Bonilla.
...La potencia de la imaginación es terapéutica, nos bastamos a nosotros mismos para corregir la mediocridad de la realidad...

Príncipes Nubios (III)

Tomado del libro de Juan Bonilla.
Cuando más te arrimas a los treinta, ya las posibilidades de conceder una entrevista sin corregir tu pasado, proyectando sobre el futuro tus mejores expectativas, son escasas, sobre todo en mi caso, que ni siquiera podía fantasear con que llegaba a Presidente del Gobierno - cómo vas a ser Presidente del Gobierno habiéndote dedicado a meter en la prostitución a tanta criatura.

Príncipes Nubios (II)

Tomado del libro de Juan Bonilla.
Envejecer consiste en dejar de fantasear con el futuro para conformarse con fantasear con el pasado

Príncipes Nubios (I)

Tomado del libro de Juan Bonilla.
...Soñaba en un tiempo en el que los provocadores de deseo pudieran vivir de los derechos de autor, es decir que si te masturbabas pensando en alguien, una bailarina, una transeúnte a la que has visto en cualquier calle, una camarera de local nocturno o tu vecina adolescente, esa persona debería cobrar dinero por prestar su imagen a tus deseos, por utilizarla.

Tuesday, April 10, 2007

La última vez que te ví estaba borracho

La última vez que recuerdo tu presencia debí haber estado bastante embriagado porque recuerdo te estaba tutiando y el verbo que de mí salía solo trataba de seducirte. Mis manos se escabullían en tus hombros y se perdían en tu espalda acariciando tu cintura. Mis labios interrumpían su discurso y buscaban los tuyos tímidamente mientras se refrescaban en ese pozo de frescura.

La última vez que recuerdo tu presencia debí haber estado bastante embriagado porque amanecí con un tufillo de euforia y de Juanito. Mi ser estaba infestado de un aroma profundo a fresa y a delicado perfume de sudor y sal. No me convenzo de lo que sentía y como un chirri aferrado a su botella de pegante, me olía, me desvestía, te sentía, te descubría, te asfixiaba.

Estuve tentado a bañarme pero el fresaroma madurado con la noche, con la aurora, con los recuerdos, se había transformado en una esencia inquietante, vacilante, adictiva, atractiva. Un profundo olor alcoholizado surgía de mis entrañas y mientras la fresa me adormecía y me embriagaba, una sonrisa se dibujaba en mi cara y recuerdo que te besaba, te acariciaba y te asfixiaba entre mis brazos.